El allanamiento a Camioneros y la falta de pagos a las obras sociales complotaron para acercar a los «gordos» con el camionero y apurar la sexta huelga nacional.
El sexto paro nacional en planes contra Mauricio Macri, con fecha tentativa para el 28 de mayo, amaga con ser un punto de encuentro entre la CGT y Hugo Moyano. En silencio, operadores de la central obrera mayoritaria y del Frente Sindicalpor el Modelo Nacional, el sello creado por el camionero para actuar con la disidencia sindical al Gobierno, iniciaron tratativas para convocar en común a la próxima huelga general. La CGT, como había adelantado este diario, avanzará el martes que viene durante la reunión de su Consejo Directivo con la definición de acuerdo al resultado de las gestiones con la oposición.
El acercamiento tuvo dos catalizadores: por un lado, el allanamiento practicado esta semana en el gremio de los Camioneros en una causa en la que se sindica a los Moyano como líderes de una posible asociación ilícita junto con la barra brava de Independiente, y por otro la demora deliberada por parte del Ejecutivo en reglamentar los desembolsos que un decreto firmado por Macri semanas atrás había ordenado a favor de las obras sociales sindicales para liquidar una deuda por unos 32 mil millones de pesos.
Sobre el primer factor, que incluso motivó el mismo día un comunicado de solidaridad con el gremio de choferes por parte de la CGT con la firma de sus dos secretarios generales, Héctor Daer y Carlos Acuña, y del encargado del área de Derechos Humanos de la organización, el judicial Julio Piumato, la espectacularidad del operativo pedido por el fiscal Sebastián Scalera encendió las alarmas en todos los campamentos sindicales. Al menos desde la investigación por la denominada “mafia de los medicamentos” la dirigencia del sector empezó a acostumbrarse a la dinámica de los allanamientos pero el despliegue de más de un centenar de gendarmes y la duración del procedimiento les dejó la impresión de que cualquiera podía correr la misma suerte.
En medio del allanamientos, y rodeado por gremialistas que habían acudido a Camioneros para expresarle su respaldo, Moyano reveló que desde la CGT lo habían contactado (más allá del comunicado) para avisarle que la decisión de lanzar otro paro estaba tomada. Ese día se había reunido la “mesa chica” de la central en la sede del sindicato estatal UPCN con parte del elenco habitual, como el anfitrión Andrés Rodríguez, el albañil Gerardo Martínez, el mercantil Armando Cavalieri y el estacionero Carlos Acuña, cosecretario general de la CGT, y la aparición estelar del gastronómico Luis Barrionuevo.
El camionero y su entorno resolvieron, entonces, dejarle en esta ocasión la iniciativa a la central sindical. Un poco para asegurarse que irá al paro con los estratégicos gremios del transporte (colectiveros de UTA y maquinistas de trenes de La Fraternidad) y así garantizar la contundencia que la faltó a la huelga del 30 de abril, y otro tanto para evitar que un pronunciamiento anticipado de los aliados de Moyano fuese utilizado por el Gobierno y sus aliados dentro del movimiento obrero para debilitar la medida. Hasta anoche en ambos sectores coincidían en señalar que sólo restaba terminar de fijar la fecha y acordar un mecanismo de llamado al paro que dejara a todos como protagonistas en un mismo plano.
Así planteado el sexto paro nacional se encamina a tener suficiente volumen como para complicarle el panorama al Gobierno. Sobre todo si termina por anunciarse la semana que viene, en medio de la cuarta misión de revisión de técnicos del Fondo Monetario en la Argentina. Anoche en la mesa más acotada de resoluciones daban por sentado que el paro se concretaría el 28 de mayo. Decían sus promotores que a partir de junio todas las actividades quedarán por completo impregnadas del clima de campaña electoral y que para entonces cada dirigente estará abocado a su propia apuesta política. Además de la CGT y Camioneros, la medida tendrá el auspicio seguro de los mecánicos del Smata, los bancarios, la Corriente Federal de Trabajadores y las dos CTA.